En el Monumento a la Revolución
Alguno y algunas de las integrantes del Comité Telefonista en Defensa del Voto fuimos a entregar alimentos al centro de acopio instalado en el Monumento a la Revolución. Llegamos temprano, y apenas algunos contingentes de los rincones más lejanos iban llegando. Hablamos con sinaloenses, sonorenses, quintanarroenses y yucatecos.
Había un pequeño estrado al que cualquiera podía llegar para hacer oír su voz. Una mujer de voz extraordinaria empezó a alegrarnos la tarde, hasta que el dios Tláloc tuvo a bien aguarnos un poco la fiesta.
Pueden verse varias carpas en las que distintos grupos y organizaciones ciudadanas instalaron centros de acopio, bien organizaditos, para poder distribuir adecuadamente la avalancha de alimentos que muchas manos generosas prepararon e hicieron llegar. En esta ocasión, ya con un poco más de experiencia, se pusieron centros en todas las delegaciones. Nos platicaron que los que venían de Guerrero, Michoacán y Morelos estaban acampados en las delegaciones del Sur, principalmente Tlalpan. Que los de Querétaro se quedaron en Atzcapotzalco y que por el Oriente, en Iztapalapa e Iztacalco también se habían organizado varios centros de acopio.
Aquí había tacos de guisado, tortas, pan de dulce, arroz, huevos cocidos, frijoles refritos y de la olla, salsas de todos tipos, aguas de sabores y Pascual Boing. En son de broma, algunos norteños nos reclamaron la falta de tortillas de harina. Ni modo, somos del altiplano, la cultura del maíz. Pero les prometimos que la próxima vez haríamos el esfuerzo. No vimos sandwiches, ni los desnutridores usuales (Marinelas, Sabritas, Cocas, etc.)
Dicen los grandes industriales que les hacemos lo que el aire a Juárez, pero los datos económicos parecen decir otra cosa, pues las utilidades de la Coca están cayendo. No nos creyeron cuando les hicimos ver que somos muchísimos. Con eso de que somos pura masa que les llena de nixtamal las banquetas y que no les merece ni una mención en los noticiarios...Pero esa masa les está haciendo el vacío y ya les empieza a calar.
En el jardín de abajo había una carpa en la que un conjunto musical puso a bailar a un montón de gente que se quitaba el frío a ritmo de cumbia, rock, salsa, grupera, etc.
El ambiente era de fiesta y hermandad. No nos encontramos a Atila ni a Gengis Khan ni a ningún otro dirigente de las hordas que los panistas dicen ver cada que nos juntamos.
1 comment:
Echo de menos la capirucha.
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