Las políticas del amor y del odio
Albert Camus dijo que en el mundo hay únicamente dos clases de personas:
las que aman y construyen y las que odian y destruyen.
Vivía en los negros tiempos en que el nazismo se apoderó de Europa y en el que el odio y el temor a "lo diferente", "lo distinto", "lo otro", llamárase judío, comunista, polaco, ruso, homosexual, gitano, sindicalista o cualquier otra etiqueta bastaba para que se le exterminara por todos los medios, incluyendo los más terribles.
El combate al fascismo y al nazismo no se dió por odio, sino por amor a la dignidad humana, a la libertad, a la democracia. Los resistentes decían que luchar por odio los volvía iguales a aquello que combatían. Y de lo más oscuro de la noche y la niebla surgieron grandes obras literarias, plásticas, musicales, políticas.
Los que odian parten de un supuesto elemental: la raza humana es perversa, corrupta, criminal y hay que dominarla por medio de instituciones que pongan freno a su natural perversidad. Para combatir el crimen, por ejemplo, proponen más policías, más cárceles, penas más duras, hasta llegar a la privación de la vida.
Los que aman, por el contrario, están convencidos que los humanos somos animales perfectibles, entes capaces de grandes actos tanto de generosidad como de crueldad, a los que la razón y el amor pueden servir de guía.
Con poco que analicemos las campañas de la derecha, sea la de FEL-IFE, sea la de Madrazo, encontraremos que los mueve el odio: Odio a los nacos, odio a los pobres, odio a los que piensan diferente (de plano, a los que piensan), odio a las mujeres que no se someten, odio a los que se atreven a criticarlos, odio al sur de México, porque votó en contra, odio a las multitudes , odio al pensamiento progresista, odio al arte de vanguardia, odio a los homosexuales, odio a lo exótico, a lo raro, a lo diferente.
Atreverse a disentir lo convierte a uno en "peligro para México", en "renegado".
El Peje ha insistido en múltiples ocasiones que él no odia, que es un hombre feliz. Y se le nota. No en balde la imagen que más pegó fue el "amlito" de José Hernández, con el lema "Sonríe". Considera que es posible construir paso a paso un futuro mejor para todos, en el que quepan todas las diferencias. Lo ha demostrado con hechos: escuelas, hospitales, vías rápidas, publicaciones, actos masivos que acercan la cultura al pueblo.
Y el pueblo le responde con ese mismo amor espontáneo y generoso, que se manifiesta de mil maneras en cada acto de masas: pancartas, camisetas, pegotes, muñecos, gritos de "¡Te quiero!", "¡No estás solo!" y hasta "¡Papi!".
Es algo que la derecha no logra entender: AMLO no nos mueve, nos movemos solos. No es "el profeta del odio y el desorden, el terror y la violencia", como lo presentan los yunquitos, sino el que llama a la razón y la cordura, al respeto a los derechos de todos, incluso de los adversarios. Porque si por nosotros fuera hace tiempo que nos hubiéramos puesto al tú por tú, descendiendo a su mismo nivel de cloaca.
¡Ojalá les quede claro que hemos refrenado décadas de resentimiento, de justa cólera contra los que nos han mentido, engañado, despojado e insultado porque creemos que aún es posible "moderar la opulencia y la indigencia", como lo propusiera José María Morelos en los Sentimientos de la Nación.!
Que no se engañen. Ni Chespirito, ni Betty la Fea nos van a convencer de que nuestra recuperada dignidad como votantes, como ciudadanos, como seres pensanetes, puede ser anulada porque lo diga el PAN, Televisa o Vicente Fox.
Como dijo Julio Cortázar en El Libro de Manuel :
Más que nunca creo que la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que un día le dará la victoria: cuidando preciosamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro, con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría.
La difundida imagen de la muchacha norteamericana que ofrece una rosa a los soldados con las bayonetas caladas sigue siendo una mostración de lo que va del enemigo a nosotros; pero que nadie entienda o finja entender aquí que esa rosa es un platónico signo de no violencia, de ingenua esperanza; hay rosas blindadas, como las vió el poeta, hay rosas de cobre, como las inventó Roberto Arlt.
Lo que cuenta, lo que yo he tratado de contar, es el signo afirmativo frente a la escalada del desprecio y del espanto, y esa afirmación tiene que ser lo más solar, lo más vital del hombre: su sed erótica y lúdica, su liberación de los tabués, su reclamo de una dignidad compartida en una tierra ya libre de este horizonte diario de colmillos y de dólares.
Hay que negarnos a vivir en ese horror cotidiano de colmillos y dólares al que quieren condenarnos. Reclamemos nuestra dignidad compartida con amor, juego y alegría.
DEL MUSEO DE ANTROPOLOGÍA AL ZÓCALO!
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