Los tiempos son oscuros, las costumbres corruptas y hasta el derecho a la crítica, cuando no lo ahogan medidas de censura, está expuesto al furor popular.
UMBERTO ECO

2006/08/30

De éstos necesitamos unos cuantos en México

Este es Duncan Kennedy con su equipo mágico que le permite estar transmitiendo en vivo desde cualquier parte.

A diferencia de nuestros valientes corresponsales de guerra que nunca salen de sus cómodas oficinas o restaurantes de lujo y desde ahí reportean, al cabo que deja más inventar que investigar y, además, cuesta menos trabajo, Duncan se ha dado el tiempo para visitar los campamentos, conocer nuestras condiciones de vida, preguntar nuestras opiniones y reportearlas sin censura, aunque no las comparta.

Por ejemplo, he visto en sus ojos la perplejidad que le causa nuestra desconfianza en las instituciones y el imperio de la ley. Allá vimos caer a un Ministro (John Profumo) por una inconveniente relación con una prostituta de lujo. Acá tenemos Gobernadores pederastas, además de Preciosos; Gobernadores vinculados al narcotráfico que viajan en helicópteros del amor; Senadores tranficantes de influencias; Presidentes rateros y mentirosos; jueces parciales; líderes sindicales asesinos y una nutrida fauna de entes de la peor ralea que cometen todo tipo de violaciones a las leyes que nos rigen sin que les pase nada.

La última ocasión en que la Suprema Corte falló en nuestro favor fue en marzo de 1938, el TEPJF, sin tener siquiera las cuentas claras decide que todo está bien. Hoy nos enteramos que no sólo Fecal será un presidente espurio sino que Vicente Fox le vió la cara a la Nación entera y es, él mismo, espurio. Los panistas se llenan la boca hablándonos de leyes mientras nos atracan a plena luz del día y se rigen por el mandato virreinal de "Obedézcase, pero no se cumpla"...

Vivimos en todo su apogeo la insolencia del poder y Duncan se pregunta por qué no creemos en el Estado de Derecho. Por la simple razón que, como dice Jesusa, vivimos en el Estado de Chueco.

1 comment:

Gerardo de Jesús Monroy said...

¡Mi héroe, chingao!