Pequeña parábola verdadera
La primera vez que negocié con TELMEX tuve la suerte de contar con una mentora. A Rosa Esther le había tocado la difícil tarea de negociar los Convenios de operadoras con una administración reacia a dar concesiones. Yo, en cambio, no tenía experiencia alguna en estas lides.
Llegó el momento decisivo. La oferta final de la empresa superaba bastante la inicial, pero aún se encontraba lejos de nuestras aspiraciones. Éramos, en ese entonces, las trabajadoras peor pagadas de todo Teléfonos, mientras nuestras condiciones de trabajo eran las más duras y nuestras jefas las más exigentes.
Llevábamos casi dos días de negociaciones ininterrumpidas y el cansancio y la desesperación iban haciendo presa del resto de la Comisión sindical. Los personeros del Comité Ejecutivo se dedicaron a convencer a las compañeras de las Secciones Foráneas que ya nada más podía hacerse. Aceptaron. De las cuatro delegadas de la Sección Matriz una dió prontamente su consentimiento. Otra titubeaba, como siempre fue su costumbre.
Todo el peso del aparato se nos vino encima. Y Rosa Esther lanzó su frase inmortal:
--"No firmo, no firmo y háganle como quieran"
No era bravuconería. Iba como delegada de las operadoras de L.D. Nacional, que en ese entonces eran como cuatro mil quinientas. Yo, de Internacional, casi mil más. Aunque pocas en número, ella y yo representábamos a la tercera parte de todas las operadoras del país. Y esa convicción era la que le daba la fuerza para encarar las presiones de la Empresa, de la representación sindical y de nuestras propias compañeras, a las que no les importaba ceder con tal de irse a dormir.
La acusaron de instransigente, de necia. La amenazaron con consignarla ante Vigilancia. Las demás compañeras la malmiraban y decidieron ostracizarla. Al cabo de pocas horas un representante del Comité Ejecutivo regresó con la propuesta de doblarnos el salario, "pues TELMEX se había dado cuenta que realmente era muy poco lo que nos pagaba". Se consiguió un aumento del 98%, mejoras sustanciales en las condiciones de trabajo, reordenación de las gráficas de turnos, más puestos de Auxiliares de Jefe.
Rosa Esther pidió algo más: que se convocara de inmediato a todas las operadoras a una Asamblea de Tráfico, para que conocieran la propuesta, la analizaran y la votaran. El CEN, desesperado, pagó anuncios en la radio y empezaron a llegar por miles las operadoras. La oferta, desde luego, les pareció excelente y la aceptaron. Pero Rosa Esther tenía muy claro que ella iba en representación de cada una de esas miles de operadoras que le tenían confianza. Que ella actuaba en su nombre, pero eran ellas las que tenían la decisión final.
A TELMEX, al CEN y a las mismas delegadas se les había olvidado ese detalle. Rosa Esther era ella y cuatro mil quinientas más. Era ella y la fuerza de todas las operadoras de Nacional. Era ella y las aspiraciones de esos miles de mujeres trabajadoras.
Con el Peje pasa lo mismo. El PAN, los medios y hasta los propios votantes ven a una persona. El se ve a sí mismo y a esos quince millones que le dimos nuestro voto. De ahí saca la fuerza para decir "No traicionaré. No me rendiré y háganle como quieran".
2 comments:
gracias, y haré lo propio
hola jeje saludos Felicidades por el dia de los blogeros, te posteamos hoy en nuestro blog recomendandote...
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