Hay que vivir desacostumbrándose
Tuve un amigo muy querido, Uziel, que era un incansable inventor de neologismos. También era un incansable bebedor, hasta que se murió. Por ejemplo, cuando a alguno de nosotros nos agarraba alguien políticamente más experimentado y nos soltaba uno de esos rollos mareadores a los que nos sabíamos ni qué responder nos decía:
--Te dejaron bien rehileteado
es decir, dando de vueltas como un rehilete.
A un grupo sindical antagónico lo bautizó como Los Chilindrinos, porque cambiaban de posición a cada rato, a veces hasta dentro del mismo discurso. Y ser inconstante de opiniones merecía un tajante:
--Ya te achilindrinaste, o un
--Andas achilindrinado de a tiro.
Una huelga de esas que duran años sin resolverse, hasta que las polvosas banderas rojinegras se caen a pedazos, era un movimiento que ya había chatarreado, peligrosa situación que había que evitar a toda costa.
También tenía un díctum inapelable: en política hay que vivir desacostumbrándose. Nada peor puede ocurrirle a un político que volverse predecible, trillado, poco imaginativo. Cuando ya cabe en el cajoncito, sus enemigos pueden hacer de él lo que quieran.
Todo ésto me vino a la mente el domingo, escuchando al Peje desearle buen camino al movimiento de resistencia civil pacífica. Palabras más, palabras menos, dijo que era muy difícil encontrar el equilibrio. Si la gente deja salir el coraje que lleva dentro, somos violentos. Si, por el contrario, nos apegamos a las formas, somos débiles. Para nuestros enemigos, nada de lo que hagamos está bien hecho. ¡Y qué bueno!, quiere decir que no vamos mal.
Me acordé de la canción de Georges Brassens que se llama La Mala Reputación y que Paco Ibáñez canta de maravilla:
En mi pueblo sin pretensión
tengo mala reputación
haga lo que haga es igual
todo lo consideran mal
yo no pienso pues hacer ningún daño
queriendo vivir fuera del rebaño
No, la gente no gusta que
uno tenga su propia fe,
todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural.
Cuando la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual
que la música militar
nunca me supo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
que el de no seguir al abanderado.
No, la gente no gusta que
uno tenga su propia fe,
todos me muestran con el dedo
salvo los mancos: quiero y no puedo.
Si en la calle corre un ladrón
y a la zaga va un ricachón,
zancadilla pongo al señor
y he aplastado al perseguidor,
eso sí que será una lata
siempre tengo yo que meter la pata.
No, la gente no gusta que
uno tenga su propia fe,
todos tras de mi a correr,
salvo los cojos, es de creer.
No hace falta saber latín
yo ya sé cuál será mi fin
en el pueblo se empieza a oir,
muerte, muerte al villano vil,
yo no pienso pues armar ningún lío
con que no va a Roma el camino mío
No, la gente no gusta que
uno tenga su propia fe,
todos vendrán a verme ahorcar
salvo los ciegos, es natural.
Paco Ibáñez estuvo proscrito en España durante todo el franquismo y resulta muy apropiado ahora que el neofranquismo se apodera de nuestro país.
http://s19.quicksharing.com/v/8347809/03_La_Mala_Reputacion_La_Mauvaise_1.mp3.html
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