La díscola izquierda
Si, ya sé que me estoy viendo lenta en lo del posteo, pero ando descubriendo la riqueza del mundo imaginario al que me mandó el NaNoWriMo. Según yo iba a escribir de una cosa pero mis indóciles caracteres me andan llevando por otro lado. No sé si tenga el menor mérito literario, pero el esfuerzo de sentarme diario a crear algo me hace sentir realizada yo, la dispersa, la que nunca acaba nada. Así que ustedes perdonen si en este mes me les pierdo un poco.
Pero no por eso he dejado de leer el periódico a diario y de asistir a los actos de APPOyo ni de preocuparme por lo que pasa en México.
Por eso no quiero dejar de comentar la nota de hoy en La Jornada sobre el congreso constitutivo de la APPO. Según el diccionario Espasa-Calpe, díscolo quiere decir rebelde, indócil, poco obediente. No es una valoración negativa, especialmente cuando recordamos que esta decisisón de oponerse a lo establecido es lo que hace valiosa a la izquierda.
Pero hay que tener cuidado cuando la discolería se vuelve sectarismo. Hace tiempo leí el Homenaje a Cataluña de George Orwell. Como no era miembro del Partido Comunista Inglés, que parecía tener el monopolio del envío de voluntarios a pelear en las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española, Orwell se fue por su cuenta a Francia. Ahí conoció al amigo de un amigo que era trostskista y consiguió enviarlo a Cataluña, una de las zonas más politizadas, pero también una de las zonas donde las discrepancias internas de la izquierda eran más violentas.
El asesinato de un líder anarquista del POUM desató un enfrentamiento a balazos en Barcelona. A pesar que todos luchaban contra el franquismo, en ocasiones daban más importancia a las diferencias ideológicas y a los matices de interpretación marxista que al enemigo histórico. Orwell había estado en el frente durante todo este tiempo. Allá, donde las balas y bombas de los fascistas no cesaban, a nadie le preocupaba si el vecino de trinchera era comunista, anarco o trotsko. En cambio, en cuanto llegó a Barcelona, todo mundo quería saber exactamente cuál era su filiación, con quién simpatizaba, por quién estaba dispuesto a luchar.
Y Orwell se hace la reflexión que mientras más lejos estaban del frente más importaban estas diferenciaciones, que en el campo de batalla no tenían relevancia.
Me pregunto: ¿en la batalla del 2 de noviembre le andaban preguntando a los defensores de las barricadas con qué partido simpatizaban? Imagino que no. Es más, si un grupo de militantes priístas enemigos de Ulises Ruín se hubieran presentado a apoyar en la lucha con todos los medios a su alcance ¿los hubieran despedido con cajas destempladas?
Parece que la divergencia se da entre quienes quieren radicalizar el movimiento y quienes apoyan la vía pacífica. En política no hay absolutos. Siempre se requiere analizar el contexto, la correlación de fuerzas, el objetivo que se quiere alcanzar.
No creo que a NADIE (así, con mayúscula) le gusta que lo bañen de gas pimienta y lo rocíen de gases lacrimógenos, lo aporreen con toletes o, más aún, le disparen con armas de fuego. La violencia siempre ha venido del Estado. La gente hubiera preferido que se respetara su decisión de protestar contra Ulises a través de marchas, plantones y demás. Fue URO quien agredió violentamente al movimiento el 14 de junio. Fue URO quien envió a los Convoyes de la Muerte. Es URO quien pretende mantenerse en el poder mediante la guerra sucia, desapareciendo y torturando a sus opositores. Sabe que la violencia que puede ejercer el Estado es inconmesurablemente mayor que la que puede ejercer el pueblo. Por algo todos los muertos han estado de nuestro lado.
¿Por qué, entonces, la gente sale armada de piedras, palos y bombas molotov a enfrentar esa violencia de Estado? ¿Por masoquista o porque no le quedó más remedio?
Tomemos el otro extremo. Todos somos en esencia seres pacíficos. No nos gusta andar por la vida a catorrazos. Pero es casi imposible que si nos agreden no busquemos defendernos.
Así pues, no tenemos una diferencia de principios, sino de estrategias. ¿Qué es necesario hacer en Oaxaca para que caiga Ulises Ruín? Desde acá en Pejépolis me es imposible saberlo. Pero quienes están en medio de la bronca tienen que analizar con qué fuerzas cuentan, cuáles son sus aliados, cuál la fuerza de sus enemigos, cuál la situación del país. Y después de hacer este análisis político deben trazar su mejor estrategia para alcanzar el fin. Por eso los de acá APPOyamos sus decisiones. Son ustedes, los que están en medio de la bronca, los que saben bien qué tiene que hacerse. No hay peor arrogancia que venir de fuera a decirles qué y cómo tienen que hacerlo.
Todos estamos de su lado. Todos queremos APPOyarlos, sin importar si somos pejistas, perredistas, socialistas de viejo cuño, anarkos o cualquier otra categorización semejante. Tal como pasó en España, debemos tener bien claro que el enemigo no somos nosotros. El enemigo está enfrente y es este sistema corrupto, estas instituciones podridas, estos cacicazgos asesinos que venimos combatiendo desde hace tantos años.
Así que ya lo saben: díscolos sí, sectarios no.
Pero no por eso he dejado de leer el periódico a diario y de asistir a los actos de APPOyo ni de preocuparme por lo que pasa en México.
Por eso no quiero dejar de comentar la nota de hoy en La Jornada sobre el congreso constitutivo de la APPO. Según el diccionario Espasa-Calpe, díscolo quiere decir rebelde, indócil, poco obediente. No es una valoración negativa, especialmente cuando recordamos que esta decisisón de oponerse a lo establecido es lo que hace valiosa a la izquierda.
Pero hay que tener cuidado cuando la discolería se vuelve sectarismo. Hace tiempo leí el Homenaje a Cataluña de George Orwell. Como no era miembro del Partido Comunista Inglés, que parecía tener el monopolio del envío de voluntarios a pelear en las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española, Orwell se fue por su cuenta a Francia. Ahí conoció al amigo de un amigo que era trostskista y consiguió enviarlo a Cataluña, una de las zonas más politizadas, pero también una de las zonas donde las discrepancias internas de la izquierda eran más violentas.
El asesinato de un líder anarquista del POUM desató un enfrentamiento a balazos en Barcelona. A pesar que todos luchaban contra el franquismo, en ocasiones daban más importancia a las diferencias ideológicas y a los matices de interpretación marxista que al enemigo histórico. Orwell había estado en el frente durante todo este tiempo. Allá, donde las balas y bombas de los fascistas no cesaban, a nadie le preocupaba si el vecino de trinchera era comunista, anarco o trotsko. En cambio, en cuanto llegó a Barcelona, todo mundo quería saber exactamente cuál era su filiación, con quién simpatizaba, por quién estaba dispuesto a luchar.
Y Orwell se hace la reflexión que mientras más lejos estaban del frente más importaban estas diferenciaciones, que en el campo de batalla no tenían relevancia.
Me pregunto: ¿en la batalla del 2 de noviembre le andaban preguntando a los defensores de las barricadas con qué partido simpatizaban? Imagino que no. Es más, si un grupo de militantes priístas enemigos de Ulises Ruín se hubieran presentado a apoyar en la lucha con todos los medios a su alcance ¿los hubieran despedido con cajas destempladas?
Parece que la divergencia se da entre quienes quieren radicalizar el movimiento y quienes apoyan la vía pacífica. En política no hay absolutos. Siempre se requiere analizar el contexto, la correlación de fuerzas, el objetivo que se quiere alcanzar.
No creo que a NADIE (así, con mayúscula) le gusta que lo bañen de gas pimienta y lo rocíen de gases lacrimógenos, lo aporreen con toletes o, más aún, le disparen con armas de fuego. La violencia siempre ha venido del Estado. La gente hubiera preferido que se respetara su decisión de protestar contra Ulises a través de marchas, plantones y demás. Fue URO quien agredió violentamente al movimiento el 14 de junio. Fue URO quien envió a los Convoyes de la Muerte. Es URO quien pretende mantenerse en el poder mediante la guerra sucia, desapareciendo y torturando a sus opositores. Sabe que la violencia que puede ejercer el Estado es inconmesurablemente mayor que la que puede ejercer el pueblo. Por algo todos los muertos han estado de nuestro lado.
¿Por qué, entonces, la gente sale armada de piedras, palos y bombas molotov a enfrentar esa violencia de Estado? ¿Por masoquista o porque no le quedó más remedio?
Tomemos el otro extremo. Todos somos en esencia seres pacíficos. No nos gusta andar por la vida a catorrazos. Pero es casi imposible que si nos agreden no busquemos defendernos.
Así pues, no tenemos una diferencia de principios, sino de estrategias. ¿Qué es necesario hacer en Oaxaca para que caiga Ulises Ruín? Desde acá en Pejépolis me es imposible saberlo. Pero quienes están en medio de la bronca tienen que analizar con qué fuerzas cuentan, cuáles son sus aliados, cuál la fuerza de sus enemigos, cuál la situación del país. Y después de hacer este análisis político deben trazar su mejor estrategia para alcanzar el fin. Por eso los de acá APPOyamos sus decisiones. Son ustedes, los que están en medio de la bronca, los que saben bien qué tiene que hacerse. No hay peor arrogancia que venir de fuera a decirles qué y cómo tienen que hacerlo.
Todos estamos de su lado. Todos queremos APPOyarlos, sin importar si somos pejistas, perredistas, socialistas de viejo cuño, anarkos o cualquier otra categorización semejante. Tal como pasó en España, debemos tener bien claro que el enemigo no somos nosotros. El enemigo está enfrente y es este sistema corrupto, estas instituciones podridas, estos cacicazgos asesinos que venimos combatiendo desde hace tantos años.
Así que ya lo saben: díscolos sí, sectarios no.
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