No es mala idea
En La Cámara de Representantes de los Estados Unidos, "bajo nueva administración" se acaba de proponer una modificación legal que busca dificultar el abuso de los intereses particulares.
En efecto, el New York Times publicó ayer una nota sobre nuevas reglas recién aprobadas que obligan a cada uno de los Congresistas a "ponerle nombre y apellido" a sus propuestas de modificaciones a los Presupuestos de Egresos y Leyes de Ingresos de su país, además de revelar si tienen algún interés específico --financiero o político-- en dichas modificaciones.
Dicho en otras palabras, si "X" quiere que se asignen recursos para la construcción de una carretera que lleve al rancho de su amorcito --¿me estás oyendo, Diego?--, entonces tiene que hacerlo explícito. Pongamos por caso que un Congresista está recibiendo favores de la industria refresquera para que no se apruebe un impuesto especial --digo, eso no sucede nunca--, entonces tiene que hacer público su interés. Que "Y" representa a las prncipales televisoras y promueve una ley que las beneficia, ¡pues a ponerlo por escrito!.
Esta legislación no fue gratuita. Fueron demasiados los escándalos políticos que llevaron a los Congresistas a tomar esta decisión. Quizá uno de los más recientes fue el de Randy Cunningham, un Republicano de California que logró que se asignaran más de 70 millones de dólares en contratos militares a algunas empresas que le pagaron por el favorcito con unos 2.5 millones de dólares que nunca reportó.
Podría pensarse que esta legislación resultaría inútil en México, donde de la Suprema Corta para abajo nada más no hay moral, ética, congruencia o simple decencia en las instituciones políticas. Y sí, ya sé que debemos ser 100% originales y no deberle nada al gabacho y demás argumentos semejantes. Pero no es así como avanzamos. Siempre hemos aprovechado lo bueno que hacen otros, desde la vacuna contra la viruela de Pasteur hasta el cine de los Lumiére, por mencionar algunas de las que me parecen más importantes.
En consecuencia, yo propondría a los ciudadanos de la IV República que luchemos por una legislación semejante a la que nadie --por lo menos abiertamente-- puede oponerse. Simplemente ver la cara de los voceros del MASECO o de Televisa o de los bancos en nuestras Cámaras de Senadores y Diputados tratando de oponerse a ella valdría la pena.
En efecto, el New York Times publicó ayer una nota sobre nuevas reglas recién aprobadas que obligan a cada uno de los Congresistas a "ponerle nombre y apellido" a sus propuestas de modificaciones a los Presupuestos de Egresos y Leyes de Ingresos de su país, además de revelar si tienen algún interés específico --financiero o político-- en dichas modificaciones.
Dicho en otras palabras, si "X" quiere que se asignen recursos para la construcción de una carretera que lleve al rancho de su amorcito --¿me estás oyendo, Diego?--, entonces tiene que hacerlo explícito. Pongamos por caso que un Congresista está recibiendo favores de la industria refresquera para que no se apruebe un impuesto especial --digo, eso no sucede nunca--, entonces tiene que hacer público su interés. Que "Y" representa a las prncipales televisoras y promueve una ley que las beneficia, ¡pues a ponerlo por escrito!.
Esta legislación no fue gratuita. Fueron demasiados los escándalos políticos que llevaron a los Congresistas a tomar esta decisión. Quizá uno de los más recientes fue el de Randy Cunningham, un Republicano de California que logró que se asignaran más de 70 millones de dólares en contratos militares a algunas empresas que le pagaron por el favorcito con unos 2.5 millones de dólares que nunca reportó.
Podría pensarse que esta legislación resultaría inútil en México, donde de la Suprema Corta para abajo nada más no hay moral, ética, congruencia o simple decencia en las instituciones políticas. Y sí, ya sé que debemos ser 100% originales y no deberle nada al gabacho y demás argumentos semejantes. Pero no es así como avanzamos. Siempre hemos aprovechado lo bueno que hacen otros, desde la vacuna contra la viruela de Pasteur hasta el cine de los Lumiére, por mencionar algunas de las que me parecen más importantes.
En consecuencia, yo propondría a los ciudadanos de la IV República que luchemos por una legislación semejante a la que nadie --por lo menos abiertamente-- puede oponerse. Simplemente ver la cara de los voceros del MASECO o de Televisa o de los bancos en nuestras Cámaras de Senadores y Diputados tratando de oponerse a ella valdría la pena.
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