Los tiempos son oscuros, las costumbres corruptas y hasta el derecho a la crítica, cuando no lo ahogan medidas de censura, está expuesto al furor popular.
UMBERTO ECO

2006/07/18

De Mesías y otros seres fantásticos

La respuesta de la derecha a la concentración del domingo 16 de julio fue de esperarse:

NI LOS VEO, NI LOS OIGO

Cualquiera otra actitud hubiera simbolizado el implícito reconocimiento de que existen razones válidas por las que 1.2 millones de personas se sintieron impelidas a estar presentes en la gran manifestación del domingo 16 de julio.

En vez de reconocer que 15 millones de votantes pudiesen sentirse agraviados y molestos por la falta de respeto a su voto, es más sencillo hablar de un mesías que conduce a millones de "borregos", o "nacos" o "pejendejos" o "huevones" (como nos describen las finas boquitas de los panistas) hacia la violencia, la locura y la destrucción.

Finalmente, como señala el escritor español Josep M. Esquirol, el respeto nace de la mirada atenta, es decir, la que prescinde de esquemas ideológicos que sirven para justificar opiniones, la que empieza por ver --a uno mismo y a los demás-- como son, no como uno supone, quiere o pretende que sean.

Reconocer que no somos una bola de "mantenidos del gobierno", "descalzonados", "mugrosos" y tantas otras etiquetas que nos cuelgan puede resultarles aterrador, por múltiples razones.

Una, la más común, porque ya no podrían culpar a la víctima del crimen. Así, resulta que los pobres son pobres porque quieren serlo, porque no se esfuerzan, porque no le echan ganas...porque son unos huevones, en pocas y castizas palabras.

Desde luego, en este esquema, nunca resultan culpables los patrones explotadores que pagan salarios miserables, que no protegen la vida de sus trabajadores, que evaden el pago de Seguro Social y de diversos impuestos, que corrompen autoridades para recibir certificados de seguridad e higiene, aunque se trate de un lugar de trabajo inseguro, o bien que contratan Senadores para obtener devoluciones del IVA o exenciones de predial, que se roban la luz y el agua, que viven de contratos de gobierno asignados por sus parientes y amigos.

No, ellos son esforzados prohombres de la vida nacional, aunque a poco que se rasque empiezan a salir las conexiones ilícitas con el poder público. En las páginas de sociales se distingue a los Larrea, por poner un ejemplo, aunque su descuido criminal haya costado la vida de 65 mineros en Pasta de Conchos, Coahuila y sus presiones políticas de dos más en Lázaro Cárdenas, Michoacán. O se festeja al hijo de Zedillo, a la hija de Carlos Salinas de Gortari o a los hijitos de Marta Sahagún, aunque todos sepamos que sus fortunas son espurias, producto del más feroz latrocinio a los bienes de la Nación, es decir, de todos nosotros, de los de a pie, de los que sí pagamos religiosamente nuestros impuestos, de los que sí cumplimos con nuestras obligaciones cívicas y morales.

Reconocer que somos seres pensantes resulta también perturbador. Hemos afirmado en múltiples ocasiones que no nos llevan, sino que vamos, es decir, que tenemos intereses y objetivos propios que han coincidido con los de AMLO y por eso, de manera totalmente racional, conciente, decidimos apoyarlo. Pero la mera noción les provoca dolor de estómago.

No, es mejor seguir aferrados a la idea del mágico control. Para ellos, existe un manejador que nos prende y nos apaga a voluntad, como si fuéramos focos. No conciben --o no quieren concebir-- la idea de un gran conglomerado humano que se reúne porque coincide en determinados objetivos, porque comparte ideales semejantes, pero que tiene voluntad propia.

Se empeñan en caracterizar a AMLO como terrorista, destructor, como loquito acelerado, cuando en realidad es, con mucho, el más calmado de todos nosotros. El 3 de julio, en la madrugada, la BVC tenía ganas de amarrarse una piedra al lomo para ir a tomar esa Alhóndiga de Granaditas en que se había convertido la sede del panismo. Nuestra indignación era absoluta, incontenible. Pero la serenidad de AMLO, su llamado a organizarnos para defender el voto y, con él, una incipiente democracia que no acaba de cuajar, nos condujo por otros caminos.

La derecha se equivoca, se rete-equivoca y se vuelve a equivocar cuando cree que con descalificar al emisario ya acabó con el movimiento. Parecidos errores han cometidos todos los tiranos que en el tiempo han existido y su final ha sido semejante: una inmensa marea humana los ha barrido para siempre.

María Antonieta mandó a un pueblo hambriento a comer pasteles... seguramente también pensaba, como la anónima diputada panista que nos llamó huevones, que los pobres descamisados eran pobres porque querían serlo, no por las exacciones de los aristócratas. Y ya sabemos cómo terminó la historia.

Decía Don Paco Martínez de la Vega, extraordinario periodista hoy fallecido, que el pueblo mexicano es como el atole: tarda mucho, muchísmo en calentarse; pero tarda mucho más en enfriarse. Quizá cien años: 1810, 1910, 2010 (?).

O como decían muchas de las pancartas: "Si no hay solución, habrá revolución". Harían bien en tenerlo en cuenta.

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