Los tiempos son oscuros, las costumbres corruptas y hasta el derecho a la crítica, cuando no lo ahogan medidas de censura, está expuesto al furor popular.
UMBERTO ECO

2006/08/08

Ante el TRIFE

Ya cumplimos la primera semana de megaplantón y, por primera vez, el mensaje del Peje a la Asamblea Popular se realiza fuera del Zócalo. Vamos a mostrarle al Tribunal Electoral qué pensamos de su diezmo de democracia. Quiero suponer que lo mandaron bien lejos del centro de la ciudad porque ya no había terrenos disponibles para construir los edificios, pero más bien parece que anticipaban las protestas y pensaron que la distancia nos desanimaría. ¡Qué poco nos conocen!

El convoy entero del metro iba lleno de gente deseosa de llegar a la colonia CTM Culhuacán, con sus moñitos tricolores, playeras amarillas, banderines, pancartas, bocinas, mantas. La llegada a la estación Taxqueña se convirtió en una mini manifestación que desfiló rumbo a la terminal de las peseras al grito de voto por voto, casilla por casilla. Los microbuseros parecen no querer destinar unidades a cubrir esas rutas, probablemente por que ya saben que el tránsito será lentísimo, pero ante la gran cantidad de manifestantes que sigue saliendo del metro deciden mejor empezar a formar bastantes micros para que todo mundo aborde. Y a pesar de las aglomeraciones, nadie se agandalla, esperan que les toque subir y pagan su pasaje. Todos vamos haciendo bromas, especialmente cuando nos rebasa otra micro que parece salida de las páginas de la Familia Burrón, con gente pegada a las ventanas y colgada de los estribos. Nosotros vamos relativamente cómodos, contemplando un paisaje urbano que nos resulta completamente desconocido. Por suerte todos los demás saben cómo llegar, porque yo hubiera ido a dar quién sabe por dónde. Hasta en eso son eficientes los del senderodelpeje.com, porque nos pusieron mapita y direcciones completas y detalladas de cómo llegar. Son esos pequeños detalles los que nos han dado la ventaja sobre los contrarios.

Sabemos que ya estamos cerca cuando nos tropezamos con un gran embotellamiento y una multitud que se baja de las peseras para llegar al TRIFE. Creíamos haber llegado temprano, pero delante de nosotros hay varios miles, y no vemos más que cabezas, una plataforma en donde se encuentran una reportera y las bocinas colocadas en alto.
Como siempre, no faltan las buenas pancartas y los personajes excéntricos y coloridos.

Porfirio Muñoz Ledo, como era de esperarse, se lanza una pieza de brillante oratoria en la que recalca que este país necesita jueces y no contadores y apela a su conciencia para solucionar este grave problema político, porque la demanda del voto por voto, casilla por casilla no es un capricho, sino una necesidad para dar certeza al país.

Ricardo Monreal, como siempre, es algo anticlimático. Seguramente es un excelente abogado y el recuento que hace de las acciones de la Coalición en defensa de nuestros votos es puntual y completa, pero fría.

AMLO dice que si el TRIFE convalida la imposición del dinero sobre la moral y la dignidad del pueblo no nos quedaremos cruzados de brazos, porque vamos a luchar por una transformación profunda. Señala que las mejores leyes de nuestro país han sido fruto de los grandes movimientos sociales que han creado nuestra historia: la Independencia, la Reforma, la Revolución, que dieron como fruto las Constituciones de 1824, 1857 y 1917, que nunca nos fueron obsequiadas sino que las ganamos a pulso, a través de la lucha social.

Dice que la última vez que los jueces fallaron a favor del pueblo de México fue cuando la expropiación petrolera y que no puede permitir un diezmo de democracia porque tras cada voto hay una persona real, única.

Nos convoca a transformar México y reitera que no nos vamos a cansar de luchar, de pensar, ser y actuar como somos, de defender nuestros ideales y nuestras convicciones, a pesar del linchamiento mediático.

La gente está emocionada y convencida de la justeza de nuestra lucha. La salida se convierte nuevamente en una manifestación que se prolonga sobre diversas avenidas, porque las micros que pasan no son suficientes para tanta gente. Muchos están tan motivados que se echan a andar hasta el metro más próximo, a varios kilómetros de distancia. Empieza a llover y alcanzamos lugar en el estribo. La micro, nuevamente, va llena de defensores del voto que no se cansan de corear consignas. El chofer nos pregunta cuánto nos pagaron por venir y la gente le contesta, indignada, que no somos acarreados, somos ciudadanos indignados. Mejor decide guardar silencio el resto del trayecto. Se vé que sólo ha tenido experiencias de esas y no concibe que podamos venir desde tan lejos, con tantas dificultades, pagando nuestros pasajes, sólo por convicción. ¡No sabe lo que se pierde! Retomando el lema de la Revolución Francesa, creo que nunca nos habíamos sentido tan libres, tan iguales y tan fraternos.

1 comment:

Gerardo de Jesús Monroy said...

A mucha gente le cuesta creer que la gente todavía en estos tiempos defienda una causa por convicción y no por un interés económico inmediato. Pero todavía existen los ideales comunes.