Ocotepec, Morelos
Por azares del destino me encontré hoy en un pueblito encantador que se llama Ocotepec, Morelos, como a diez minutos de Cuernavaca. Quiere decir "Cerro de Ocotes". Como pueden ver, la iglesia es muy antigua, probablemente una de las primeras que establecieron los españoles. En el poblado se reivindica la herencia tlahuica y la lengua náhuatl y se defienden las tradiciones centenarias, como las ofrendas de difuntos.
Una hospitalaria vendedora nos informó que se podían visitar todas las ofrendas, pero que se acostumbra llevar una cera (un cirio), un ramo de flores y algo de comida como regalo. Así que compramos seis ceras adornadas, dos grandes ramos de flores y nos fuimos a visitar algunas de las ofrendas, que todavía no estaban terminadas.
Lo primero que llama la atención es que en la fachada de las casas ponen una invitación al difunto o difunta, invitándolos a pasar. En una casa era un gran letrero adornado con flores blancas y diamantina que decía, simplemente, "Bienvenida, mamá".
En otra de las ofrendas era un gran arco de cempasúchiles y follaje que decía: "Alicia, bienbenida(sic) a tu casa".
Para que los fieles difuntos encuentren fácilmente el camino ponen un sendero de pétalos amarillos y flores blancas, rociado con agua bendita y adornado con veladoras que se encenderán en la noche.
Las ofrendas son impresionantes. En una especie de lecho mortuorio se encuentra tendido el (o la) difunto(a). Ponen ropa y zapatos o huaraches nuevos, como los que usaban, y en el lugar que corresponde a la cabeza ponen una gran calavera de azúcar o de amaranto, tocada con rebozo o sombrero. Alrededor están los grandes cirios adornados y abajo, al pie del lecho, canastas llenas de pan y frutas, trago, cazuelas de mole y otros guisados, refrescos y todo cuanto los fieles difuntos puedan necesitar. Desde luego, en el lugar de honor la foto del difunto que están recordando. A diferencia de nuestras ofrendas, donde ponemos las fotos de todos los que han muerto, así hayan pasado muchos años, allá sólo estaba la foto del muerto más reciente. Quizá por eso no en todas las casas hay ofrendas abiertas como éstas. A la preparación de ésta le habían dedicado mucho tiempo y afecto. Por ejemplo, sobre la representación de la difunta pusieron un cielo con luna, estrellas y angelitos, para que contemplara su destino y muchísimas palomas blancas, que representan a la Virgen.
A todo el que llega le dan de comer y beber. Probamos mole verde y rojo y tamales de frijol, tamales verdes y rojos y otros como corundas, de masa con tantita salsa, para acompañar el mole. Toda la familia del difunto contribuye, especialmente las mujeres que preparan enormes cazos llenos de guisado, cientos, quizá miles de tamales, aguas de fruta y demás. Los hombres, por su parte, están encargados de arreglar la casa. En las que visitamos acababan de pintar las habitaciones y estaban preparando los senderos de flores, los arcos, las luminarias y demás.
Nos platicaron que en la noche son tantas las personas que van a visitar las ofrendas que se tienen que formar. Nosotros pudimos apreciarlas porque en ese momento había poca gente, apenas los parientes más cercanos rezando el novenario o un Rosario.
Le gente es increíblemente hospitalaria y defiende su tradición. En la parroquia y muchas de las casas estaba pegado un manifiesto en el que explicaban por qué no celebran el Halloween y por qué la conmemoración de los fieles difuntos no es una fiesta sino una celebración. Claro que es imposible sustraerse por completo a la influencia extranjera, como pusieron de manifiesto los nietos de uno de los difuntos, que nos presumieron sus dientes de vampiro y su disfraz de bruja, respectivamente.
Y como la política es inescapable, dentro de la iglesia, junto a una cartulina que enunciaba las normas de comportamiento y vestido para asistir a misa se encontraba una denuncia contra los intentos de privatizar la basura por parte del alcalde panista de Cuernavaca. En estos tiempos de neoliberales reconforta llegar a una población en donde el espíritu del gran Emiliano se encuentra bien presente.
Una hospitalaria vendedora nos informó que se podían visitar todas las ofrendas, pero que se acostumbra llevar una cera (un cirio), un ramo de flores y algo de comida como regalo. Así que compramos seis ceras adornadas, dos grandes ramos de flores y nos fuimos a visitar algunas de las ofrendas, que todavía no estaban terminadas.
Lo primero que llama la atención es que en la fachada de las casas ponen una invitación al difunto o difunta, invitándolos a pasar. En una casa era un gran letrero adornado con flores blancas y diamantina que decía, simplemente, "Bienvenida, mamá".
En otra de las ofrendas era un gran arco de cempasúchiles y follaje que decía: "Alicia, bienbenida(sic) a tu casa".
Para que los fieles difuntos encuentren fácilmente el camino ponen un sendero de pétalos amarillos y flores blancas, rociado con agua bendita y adornado con veladoras que se encenderán en la noche.
Las ofrendas son impresionantes. En una especie de lecho mortuorio se encuentra tendido el (o la) difunto(a). Ponen ropa y zapatos o huaraches nuevos, como los que usaban, y en el lugar que corresponde a la cabeza ponen una gran calavera de azúcar o de amaranto, tocada con rebozo o sombrero. Alrededor están los grandes cirios adornados y abajo, al pie del lecho, canastas llenas de pan y frutas, trago, cazuelas de mole y otros guisados, refrescos y todo cuanto los fieles difuntos puedan necesitar. Desde luego, en el lugar de honor la foto del difunto que están recordando. A diferencia de nuestras ofrendas, donde ponemos las fotos de todos los que han muerto, así hayan pasado muchos años, allá sólo estaba la foto del muerto más reciente. Quizá por eso no en todas las casas hay ofrendas abiertas como éstas. A la preparación de ésta le habían dedicado mucho tiempo y afecto. Por ejemplo, sobre la representación de la difunta pusieron un cielo con luna, estrellas y angelitos, para que contemplara su destino y muchísimas palomas blancas, que representan a la Virgen.
A todo el que llega le dan de comer y beber. Probamos mole verde y rojo y tamales de frijol, tamales verdes y rojos y otros como corundas, de masa con tantita salsa, para acompañar el mole. Toda la familia del difunto contribuye, especialmente las mujeres que preparan enormes cazos llenos de guisado, cientos, quizá miles de tamales, aguas de fruta y demás. Los hombres, por su parte, están encargados de arreglar la casa. En las que visitamos acababan de pintar las habitaciones y estaban preparando los senderos de flores, los arcos, las luminarias y demás.
Nos platicaron que en la noche son tantas las personas que van a visitar las ofrendas que se tienen que formar. Nosotros pudimos apreciarlas porque en ese momento había poca gente, apenas los parientes más cercanos rezando el novenario o un Rosario.
Le gente es increíblemente hospitalaria y defiende su tradición. En la parroquia y muchas de las casas estaba pegado un manifiesto en el que explicaban por qué no celebran el Halloween y por qué la conmemoración de los fieles difuntos no es una fiesta sino una celebración. Claro que es imposible sustraerse por completo a la influencia extranjera, como pusieron de manifiesto los nietos de uno de los difuntos, que nos presumieron sus dientes de vampiro y su disfraz de bruja, respectivamente.
Y como la política es inescapable, dentro de la iglesia, junto a una cartulina que enunciaba las normas de comportamiento y vestido para asistir a misa se encontraba una denuncia contra los intentos de privatizar la basura por parte del alcalde panista de Cuernavaca. En estos tiempos de neoliberales reconforta llegar a una población en donde el espíritu del gran Emiliano se encuentra bien presente.
1 comment:
Hola chica pejefresa, es grato encontrar tu velado en mi aldea, soy de Ocotepec, y espero tu visita este 1ero. de noviembre.
Calle Francisco I. Madero 407
Ocotepec, Cuernavaca, Mor. C.P. 62220
Tel. (01) 777 3821081
Atentamente
Luis
http://delolvidoalosrecueros.blogspot.com/
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