Los tiempos son oscuros, las costumbres corruptas y hasta el derecho a la crítica, cuando no lo ahogan medidas de censura, está expuesto al furor popular.
UMBERTO ECO

2007/07/23

¡Bravo, carnal!

El pasado 4 de julio el periódico La Jornada publicó una entrevista con Marcelo Ebrard que no tiene una sola línea de despedicio. Marcelo dejó nítidamente asentada su posición frente a los guiños y coqueteos del pelele. Denunció el intento de someterlo a una política conservadora de alcances transexenales y, afirmó, tajante, que no sería parte de la izquierda funcional y legitimadora que tanto ansía el PAN.

Esta entrevista se publicaba justo después de la realización del gran acto de masas del 1° de julio en el Zócalo, y en el que estuvieron conspicuamente ausentes muchos de cuantos han llegado al poder gracias a la movilización popular, pero que ahora, ya con el hueso en la boca, se sienten liberados de compromisos.

Tomemos por caso a los demás gobernadores quesque perredistas, a los que les urgía tomarse la foto con el pelele, mientras se justificaban diciendo que lo hacían por el bien de sus representados. El 26 de junio se fueron mansamente a Los Pinos a que los convencieran sobre las bondades de la reforma fiscal, sabiendo que el acto serviría para tratar de debilitar la posición del Peje.

Pero no eran los únicos: las buenas conciencias de todo tipo, entre las que se incluían algunos senadores y diputados del PRD, lamentaron los malos modales del Gobernador de Pejépolis, confundiendo la gimnasia con la magnesia, como si las decisiones políticas se rigieran por el Manual de Carreño.


Viene a cuento el más reciente libro de Umberto Eco, llamado A paso de cangrejo, y cuya tesis central es que parecemos estar volviendo atrás en todos los terrenos, con el resurgimiento de la guerra caliente después de cincuenta años de guerra fría, el advenimiento de una nueva Cruzada contra el Islam, la reaparición del fundamentalismo cristiano y del fantasma del "peligro amarillo", tan de moda en los primeros años del siglo XX, y si no, vean los titulares de Milenio Diario del estilo "Buscan chinos controlar puertos mexicanos" y todas las gracejadas orientales desatadas por el caso de Zhenli Ye Gon y sus 205 millones de dólares, que van desde las más ingeniosas hasta las más obvias, como hablar de cuentos chinos, chinaderas y chinadas.

Bueno, pero a lo que iba. En la presentación de la obra, Eco se refiere a un manifiesto que escribió antes de las elecciones de 2001 y que fue muy criticado.

Dice:

(...) Ya entonces, un periodista de derechas, pero que evidentemente me tiene en cierta estima, se sorprendía entristecido de que un hombre "bueno" como yo pudiese tratar con tanto desprecio a la mitad de los ciudadanos italianos que votaban una opción diferente de la mía. Y recientemente también, y no por parte de la derecha, este tio de compromiso ha sido tachado de arrogante, de actitud destructiva que convierte en antipática buena parte de la culturade oposición.

Como tantas veces se me ha acusado de querer resultar simpático a toda costa, descubrirme antipático me llena de orgullo y de sana satisfacción.

No obstante, es curiosa esta acusación, como si en su tiempo se acusara (...) a Rosselli, a Gobetti, a Salvemini, a Gramsci, por no hablar de Matteotti, de no ser suficientemente comprensivos y respetuosos con su adversario.
[Que era, ni más ni menos, Mussolini]

Si alguien lucha por una opción política (y en este caso, civil y moral), al margen del derecho-deber que tiene todo el mundo de poder cambiar de opinión algún día, en ese momento ha de creer que tiene razón y ha de denunciar enérgicamente el error de quienes tienden a comportarse de manera diferente. No me imagino un debate electoral que pueda desarrollarse bajo el lema de
"Vosotros tenéis razón, pero votad al que está equivocado". Y en el debate electoral las críticas al adversario han de ser severas, despiadadas, para poder convencer al menos al que está dudoso.
Ahora resulta que la misión de la izquierda es andar de defensora de los intereses de los poderosos. Y si no, vean el lamentable papel de José Luis Zapatero, quien vaga por el mundo en su calidad de cabildero de los empresarios españoles y terminará, tristemente, igual que Felipe González, consuegro de Carlos Slim y predicador de "modernidades" y "democracias" muy al gusto de los patrones, o Tony Blair, algún día reformador del Laborismo y hoy repudiado por todos, o nuevamente nuestros representantes ante el Congreso de la Unión, tan preocupados porque el CETU daña a los patrones y tragándose todos sus chantajes: que si van a despedir a todos los obreros porque ya no son deducibles los salarios y prestaciones, que si van a subir las colegiaturas, que si es un IVA dusfrazado.

Como decía Trotsky: es fácil distinguir a un tibio porque tiene chipotes en ambos lados de la cabeza. Más vale tomar partido a fondo, definirse, como el Carnal de Carnales, y ser congruente, aunque se enoje toda la izquierda nice. A la larga --y también a la corta--, más vale una colorada que cien descoloridas.

Y ya para terminar, les regalo una poesía de otro antipático, Gabriel Celaya, gran poeta español que murió en la Guerra Civil.

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Gabriel Celaya



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