Rechinando dientes

No sé ustedes, pero yo, después de leer las noticias, me quedo con la boca amarga, rechinando los dientes y como si me acabaran de dar una patada en los ovarios.

Me dan agruras nada más de leer que los diputados se gastarán este año 9.6 millones de pesos tan sólo en sus celulares, y que veinte de ellos --los más gallones, desde luego-- tienen crédito por más de 56 mil pesos o que se autosignaron 226 millones de pesos para sus viajes, o que, a pesar del "decreto de austeridad" las Secretarías de Gobernación, del Trabajo y el Fonacot se recetaron 77 "automóviles dignos", es decir, completamente equipados y de la talla de las camionetas Equinox y X-Trail o los Sentra con quemacocos para los pobrecitos Directores Generales, que han de ganar algo así como 108 mil pesos mensuales, más todo tipo de prestaciones.

Y más coraje me da cuando me pongo a ver que un pobre asalariado de esos que se sienten "clase media" porque ganan que los diez, que los doce o catorce mil mensuales, tiene que hacer malabares para pagar su autofinanciamiento, comprar la tarjeta de tiempo aire y ahorrar para uno de esos viajes VTP que incluyen buffet con huevos revueltos y frijoles re-re-re-refritos, unas rebanaditas transparentes de sandía, melón y piña y, como lujo, unos yogures de sabores. (De a tiro se me notó que repiré por la herida...) y todavía cargar con el peso del presupuesto nacional sobre sus hombros enclenques, toda vez que los "cautivos" (nunca un calificativo fue más atinado) cargamos con el 60% de la recaudación y sólo recibimos como el nada por ciento de la riqueza nacional.

Pero lo que de plano me provocó una oleada de nauseas fue ver a Elba Esther Gordillo pontificar sobre la política nacional mientras tras ella se escucha el rumor de las olas de la bahía de Coronado y se divisa un hermoso velero.

Sí, ya sé que es puro masoquismo, si no fuera porque este ente --que ni burro, ni gente-- detenta poder real. En cualquier nación un poco más civilizada ella estaría presa en el Altiplano, Puerta Grande o, de menos, Santa Marta por defraudadora de los recursos sindicales, asesina, corrupta y corruptora.

Acá, en cambio, es la Gran Madrota nacional, los medios se pelean sus entrevistas y la celebran por inteligente, habilidosa, política astuta, Gran Electora, etcétera y demás. Y eso, mejor que nada, nos habla del hoyo en que está metido el país.

En primer lugar nos obliga a preguntarnos si y para qué sirven los actuales sindicatos. A diario nos bombardea la gangosa voz elbista en multitud de anuncios que, se especifica, "han sido pagados por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación" y que promueven la muy personal agenda de la doñita: que haya inversión privada en la educación pública; que se haga aún más difícil el acceso de los pobresores a la Carrera Magisterial.

Ni una palabra acerca de mejoras salariales, construcción de vivienda, ampliación de los servicios médicos, investigación de enfermedades profesionales y demás aspectos semejantes. Menos aún una condena a Ulises Ruín y la represión desatada contra la Sección 22. No, lo que le interesa a Elba transcurre a años-luz de las angustias de sus huestes, que mal comen y mal viven pero prefieren el mal presente que el bien futuro.

Y hasta que no se les pase el miedo y no se atrevan a levantar la cabeza, como los oaxaqueños, y no estén dispuestos a pagar el precio que sea con tal de acabar con el cacicazgo magisterial, seguirán rechinando los dientes y maldiciendo en voz baja, como otros varias decenas de millones de mexicanos.

Si, no cabe duda, los caciques duran hasta que los pueblos quieren...